dimecres, 12 d’agost del 2015

* Donde se vive, en vez de soñar


Solo busco el lado sencillo de la vida:
Emocionarme con una meodía.
Contemplar el atardecer tras la colina.
Sonreirle a la vecina.
Hablarle a la nada,
pensar en un todo,
contemplar una mirada.
Equivocarme sin vacilar.
No ser juzada.

Solo espero ser amada
y amar hasta la saciedad.
Sucumbir en constantes pálpitos de amor.
Cantarle al ruiseñor.
Cenar con el estómago vacío
y soñar con cosas bonitas
en vez de con monstruos
apareciendo ante el silencio del hastío.
Anidar donde el vuelo me lleve
sin miedo a pasar frío
entre las ramas de un árbol caduco,
entre las aguas heladas del río.

Solo quiero aprender a bailar
debajo de la tormenta
en vez de esperar 
a que vuelva la calma eterna.
Mojarme los pies
con el vaivén de la marea,
y zambullirme sin temor
en el bravo oleaje.
Correr por campos de amapolas
descalza
rodeada de cabras
de ovejas
de Niebla
y de ViDa. 

Solo ansío abrir los ojos
una vez más.
Para cuando los cierre
los rascacielos serán montañas
los automóviles, ríos
las autopistas, mares
la contaminación, lluvia
la riqueza, su actual pobreza
mientras que su pobreza
su nueva riqueza.
El odio en amor se habrá convertido
y en las aceras nacerán jardines.
Y una vez más,
cuando abra los ojos,
me sumergiré en una utopía imaginaria
donde los sueños puros se convierten en realidad.
Donde se vive, en vez de soñar.


Hay una canción titulada "pánico a una muerte ridícula (def con dos)".

A lo largo de los años, la muerte cobra diferentes rostros, 
y comienza a llegar el día en  el que te planteas que, no es tanto el miedo a la muerte
como el temor a morir, sin haber vivido.