dissabte, 15 de desembre del 2012

* Intimate Truths



Probablemente, el estallido de un orgasmo sea el acto más sentido y cercano que experimentemos estos días entre nuestras carnes, dado los tiempos que corren.


Recuerdo la sensación de devorar un plato, conociendo si el sabor es grato o no, pero quedándome tan solo con esto. Sin detenerme en los detalles de cada uno de los alimentos que han sido preparados con más o menos énfasis. Qué más da. Si de acallar el estómago se trata, y confundir nuestro paladar para saciar el afán de engullir, de tragar, de lo que dicen que es comer. 


Recuerdo caminar divagando entre carteles, escaparates llamativos invitándote a entrar en ésos enredos consumistas devora bolsillos, y a su vez, anti depresivos (la nueva pastilla del siglo XXI).
Recuerdo caminar sin saber por dónde caminaba, vacilando en las equinas, tropezando con cien-pies, perdiéndome, mientras me llevaba a la vista burdeles junto a colegios donde se adiestraba a los animales.
Burdeles de putas de mil colores, y frentes cobijadas entre dos piernas.
Recuerdo que no me gustó ése recuerdo. 


Recuerdo aprender teorías diversas divulgadas en libros y en bocas de profesores que combatían a doña ignorancia. Recuerdo mi boca lavada por decir palabrotas y alguna que otra estupidez. Pero el jabón tan solo sabía a cabreo, a rebelión, a escupir gárgaras de pompas y volver a insultar.
Recuerdo que todo lo aprendí por obligación, con obstinación, sin viñetas ni cómics con los que memorizar. Y por ello las lecciones con los años, a la carpeta de reciclaje fueron a parar. 


Recuerdo estar tomándome una birra sentada en la silla de algún que otro bar. Conversaciones banales, algunas que otras más aburridas, algunas que otras más interesantes, pero aun así,  recuerdo haberme ido con el primer sorbo de Voll Damm hacía paraísos fiscales donde mi mente aparcar.
Recuerdo muchas noches de bailes ebrios. De pies nadando sobre una piscina de alcohol, de manos buscando una copa donde apoyarse, de bocas deliberando sandeces, y de mentes turbias y borrachas. Pero qué más da. Si mi mente seguía aparcada en algún que otro paraíso fiscal por tal de no tomar el control.


Recuerdo un estallido en mi cuerpo. Sintiendo cada ápice de vello erizado, cada músculo sufragando al contiguo, con tal de enmendarse a ése momento ávido en el que mi mente iba a volver a mí, por sentir, por explorar, por explotar en el vaivén del mugido del orgasmo, devorándome así entera, para por fin coexistir mi cuerpo con mi mente. Y volver a mí.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada